martes, 12 de julio de 2011

La muerte como acto de protesta...


Tantos dicen que descanse en paz, permita que diga que no habrá paz en el espíritu indómito del eterno amante de nuestra cultura mientras su amada sea violada frecuentemente y abandonada en la miseria del olvido oficializado...
Aquejado, apesadumbrado, preocupado, dolido... no se equivoque nadie que quiera decir las verdades de la agonía intelectual y moral de Ricardo Alegría en sus últimos años.

Elogios y floridos reconocimientos, todos son banalidades y frases huecas si no se recoge el mensaje de su obra y se le da la justa perspectiva...

Lleno de contradicciones muere Don Ricardo que dio la batalla en contra de Paseo Caribe, vivió para ver mucha de su obra organizativa derrumbándose bajo el peso del desprecio oficial del gobierno, crisis en los museos, el Instituto castrado y un sentido de un San Juan megalomaníaco apoderándose de su proyecto del Viejo San Juan histórico...

Someto que el único homenaje que tiene valor es el juramento solemne de fidelidad que hagamos de rescatar su misión en la vida: mantener con vida plena y vigor la cultura puertorriqueña policromática, mestiza, rítmica y de pueblo...

Lo otro es poner efímeros letreros decorativos donde hace falta compromiso y valentía de defender con uñas y garras lo nuestro ante el asedio de lo artificial y lo exageradamente artificioso y comercial, en la calle nos espera...

Arte, primor, ingenio y habilidad para hacer de la lucha de la sobrevivencia un poema épico, disimulo y cautela al componer los versos para que rimen con nuestra historia. Ese es el compromiso que nace del alma sincera, en las esquinas y los campos desde el recodo nos observa...


addendum:

David Ortiz Angleró dijo...
[E]l poeta, locutor y declamador David Ortiz, ..no dudó en declarar a NotiCel que “Ricardo Alegría no murió”. Y es que su contribución trasciende sus 90 años de vida...

Para Ortiz uno de los legados más importantes que dejó Don Ricardo, fue el desarrollo, rescate y conservación, de la ciudad del Viejo San Juan. Del mismo modo, otro aspecto que destacó fue el que logrará situar el Centro Ceremonial Indígena de Caguana en Utuado como uno de los mejor conservados de su clase.

A su entender, Don Ricardo en los último tiempos sentía mucho el “desprecio” a la cultura, con los recortes de fondos, entre otras cosas. Y a su vez el “desanimo que hay por apoyar los centros culturales”.

Opinó que “el dejar huérfanos de recurso a los programas, es la falta de afecto a la cultura”.

Concordó que sin la aportación de Don Ricardo, Puerto Rico en estos momentos sería totalmente una colonia tratando de copiar la cultura americana.

Despiden a son de bomba...
El retumbar de los tambores se escuchaba hasta la calle del Cristo. Era el anuncio de que en el velorio de Don Ricardo Alegría hoy sábado no había espacio para las lágrimas y el rítmico sonido no defraudó.

El patio interior del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe se convirtió en el escenario de una fiesta de pueblo.

Exponentes de la bomba así como representantes de varias escuelas de bomba y plena hacían resonar seis tambores mientras bailadores contorneaban sus cuerpos al ritmo de la música.

“Él tiene que estar tan y tan contento porque ésta era su segunda casa. Él tiene que estar tan y tan orgulloso. No puedo haber quedado mejor”, expresó a Primera Hora José Alegría, sobrino de Don Ricardo. “Qué mejor manera de despedirse que rodeado de los artesanos, músicos, artistas y toda la gente con la que él compartió su vida”, agregó... del grupo Viento de Agua, Tito Matos.. “Es lo menos que podíamos hacer. Don Ricardo entregó su vida por Puerto Rico y toda la cuestión cultural. Nosotros los músicos de bomba y plena hubiéramos tenido muchas menos oportunidades sino fuera por él. Ahora tenemos que velar que esa semilla que él sembró y germinó siga germinando. Tenemos una deuda que pagarle”, dijo el plenero.

coda:
Tras el entierro del cuerpo soplando en el viento quedan los clamores, los reclamos, los cantos desenterrados, las historias rescatadas, la brisa acaricia los reflejos de millones de miradas en el espejo empolvado, sobre la mesa un reloj marca el paso iluminado por una vela que se niega a morir... la muerte como acto de protesta... ROF

3 comentarios:

El último prócer puertorriqueño dijo...

Ciertamente, sería tarea de investigadores profesionales el poder cuantificar la obra cultural del doctor Ricardo Alegría, antropólogo, arqueólogo y ensayista, quien se constituyera en director ejecutivo y fundador del Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP) desde 1955 hasta 1973. Esta tarea le condujo a proteger por ley la cultura puertorriqueña y llevarla al sitial internacional con la que se reconoce a los boricuas de hoy... Alegría tenía 90 años de edad que fueron celebrados con su familia en el CEA el pasado mes de abril.

Podría generalizarse que la obra evidente y suprema de Alegría la constituyó la restauración de la zona histórica de San Juan; pero por sólo recordar algunas de sus demás intervenciones, éste gestionó además la restauración de arquitecturas históricas que recuerdan a la población su origen histórico.

Ahí están en pie el Convento de Santo Domingo y la Catedral de San Juan (Siglo 16), la Plazuela de las Monjas (Siglo 16), Casa Blanca (Siglos 16-18), La Fortaleza (Siglos 16-18), la Plaza de San José (Siglo 17), la Fuente de Sancho Ochoa de Castro (Siglo 17), la Casa de los dos zaguanes (Siglo 17), Casa de los Contrafuertes (Siglo 17), la Capilla del Cristo (Siglo 18), el Museo Militar Fuerte San Jerónimo (Siglo 18), Casa del Callejón (Siglo 18), Baluarte de la Segunda línea de defensa (Siglo 18), la Iglesia de San Francisco (siglo 18), el Ayuntamiento de San Juan (Siglo 18), el Arsenal de la Marina (Siglo 19), la Casa del Libro (Siglo 19), el Palacio de Justicia (Siglo 19), la Iglesia Santa Ana (Siglo 19) y la Casa del Museo de Bellas Artes (Siglo 19).

“Yo diría que en síntesis, mi contribución ha sido el que los puertorriqueños conozcan más y mejor su historia y su cultura porque siguiendo una tesis mía, todos se sienten más orgullosos de lo que se ha hecho. Esto es desde el rescate de las culturas indígenas que hicimos aquí desde el Museo de la Universidad de Puerto Rico, las retrospectivas que celebrábamos de Campeche y Oller. Esos cuadros los compraba en $200 y $300 y hay que ver cuánto cuestan hoy. También hicimos 80 centros culturales y rescatamos conmemorativamente el Grito de Lares, y la celebración de la Abolición de la esclavitud”, según expresara en vida Alegría, a EL VOCERO.

También, fue merecedor de numerosos reconocimientos tales como la Medalla de Plata de la Asociación Española de Amigos de los Castillos; Medalla George McAneny de la American Historic Preservation Society; Louse du Pont Crowninshield Award del National Trust for Historic Preservation; Premio de la American Association for State and Local History de Cooperstown, New York; Premio Urbe de Excelencia Arquitectónica de Puerto Rico; y el Premio Charles Frankel de la National Endowment for the Humanities, recibido de manos del Presidente Bill Clinton.

En aquel San Juan de los años ‘20 que vio nacer a don Ricardo, su hogar quedaba en la Calle Salvador Brau que hoy se llama San Francisco, justo al frente de la Plaza Colón y con todo un terreno baldío que se extendía por todo el frente del Castillo de San Cristóbal que, de paso, se constituía en su área de juegos. Quedan los balcones originales de su casa donde como niño se pasaba asomado porque todos los entierros importantes paraban allí para partir hacia el cementerio.

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El último prócer puertorriqueño dijo...

(desde anterior)

Alegría contaba que los trolleys se detenían también en su frente hogareño después de subir una cuesta desde la Fernández Juncos; y la diversión entre muchachos era bajarles el cable eléctrico para dejarlos sin electricidad. Su papá era el abogado José S. Alegría, con bufete en el edificio de González Padín, y era un líder cívico, presidente del Casino, de la Asociación de Padres de la Escuela Acosta, contertulio de La Mallorquina y la Farmacia Blanco, y miembro del Partido Unión de Antonio R. Barceló hasta que se unió con el Partido Socialista de Santiago Iglesias con una plataforma anexionista.

Su padre fue uno de quienes fundó el Partido Nacionalista de Pedro Albizu Campos y fue su presidente entre el 1927 y el 1928. Contó Alegría a este redactor, que cuando esa Coalición fracasó, Barceló formó el Partido Liberal y para allá se fueron cientos porque regresó a su plataforma independentista.

“Mi familia era de clase media alta pero siempre estudié en escuelas públicas. En la Acosta muchos de mis compañeros eran de La Perla y recorría con ellos todo San Juan. Uno de mis amigos era el hijo del matarife del Matadero de La Perla y de niño me gustaba coleccionar órganos de animales, como los ojos. Hice un pequeño museo y él me los traía de La Perla. Era una vida social usando la Plaza Colón para juego y también todo ese canto del frente de San Cristóbal porque no había esa calle. Era una época que había pobreza pero no se veía en San Juan a gente durmiendo en las calles o criminalidad. La ciudad era el centro y en el Casino transcurría toda la actividad cultural especialmente teatro, como el Tapia que venían cantantes de ópera y donde nos dejaban entrar gratis al gallinero. Ese fue mi mundo”, relató.

Una de las anécdotas favoritas suyas fue la vez que debía desfilar de niño, como patriota americano por la calle porque toda la enseñanza era en inglés y les instruían que Lincoln había liberado a los esclavos puertorriqueños. Su padre le dijo: “Pues lo haces como el patriota americano Patrick Henry”; y entonces desfiló por todo San Juan con un rótulo que decía “Dadme la libertad o dadme la muerte”.

El mecenazgo de su padre y con la mejor biblioteca de entonces —con documentación que tiraban a la basura de la Fortaleza, que luego recogía y todavía su hijo conserva—, pasó éste a dirigir la revista Puerto Rico Ilustrado. En la casa se reunían el doctor López Sicardó, Emilio Belaval, Augusto Rodríguez, Julia de Burgos y otros escritores y artistas que iban abriendo un abanico en la mente de este joven.

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El último prócer puertorriqueño dijo...

(desde anterior)
También combatió el racismo entre las fraternidades universitarias que tenían reglamentos absurdos donde sus miembros debían ser hasta arianos de tercera generación, según declarara. Lo expulsaron, por supuesto, y después se fue a la Universidad de Chicago para estudiar antropología, arqueología y museología, donde participó por demás en excavaciones y convivió con indios norteamericanos. Se interesó también en los estudios de la cultura del negro de Melville Herskovitz, quien inició esos estudios en los Estados Unidos. Antes de regresar a la Isla visitó el Smithonian, el Museo de Brooklyn y otros museos donde sabía que existía material de Las Antillas. Ya hacia 1948, descubre en Hacienda Grande, Loíza, los primeros vestigios de los indios arcaicos de Puerto Rico.

“Voy a excavar a Luquillo y a Loíza, donde estudié las Fiestas de Santiago, fui a Ponce y Utuado; y con mi novia Mela Pons, reorganizo el Museo de la UPR, después de organizar el Centro de Investigaciones Arqueológicas y Etnológicas, en el Recinto de Río Piedras. Gané un premio en España con el libro de Loíza; y publiqué con ilustraciones de mi esposa el primer libro sobre los indios en Puerto Rico para los niños. Por iniciativa mía buscamos colecciones de arte indígena, o las comprábamos y las instalamos. Hicimos la primera exposición de santos puertorriqueños, la primera de obras de Campeche y Oller y obras contemporáneas”, manifestó.

Luego, le dieron una beca Guggenheim y comenzó su doctorado en Harvard con una tesis sobre el juego de pelota de los aborígenes de América. Pero, fue la UPR el foco para la creación de un espacio para la cultura puertorriqueña. Allí, se le sometió el proyecto del Instituto de Cultura Puertorriqueña como a otros especialistas y ejecutivos; y es don Ricardo quien finalmente resulta elegido para poner en práctica esa ley. Su visión antropológica del puertorriqueño fue la que le inclinó a la apreciación de todas sus manifestaciones desde las más folklóricas hasta las más cultas y complejas.

Quizá de las más importantes, además del rescate, conservación y promoción de todo lo cultural, lo más evidente fueron sus esfuerzos para rescatar la ciudad centenaria del Viejo San Juan del deterioro; y verla convertida en una ciudad patrimonio del mundo.

“Cuando comencé hice un ‘Plan para el desarrollo del Instituto de Cultura Puertorriqueña’ para los primeros 18 meses y fue para los primeros 18 años. Le pido a Lorenzo Homar sintetizar en el sello del Instituto al puertorriqueño y por eso tenemos a un indio con su cemí y el maíz, al español con la gramáticas de Nebruja y las carabelas, y al africano con el machete y el plátano”, observó... Su última gran batalla la constituyó su citación a más de 50 instituciones culturales puertorriqueñas para tratar de insertar a Puerto Rico como miembro de la Unesco, la sección de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) cuya labor es preservar y proteger el patrimonio cultural.

“Con la ausencia de soberanía cultural no tenemos quién nos represente en reuniones con los países hermanos de Hispanoamérica, así como en África y Europa. El reglamento de la Unesco dice que el que tiene que presentar la petición de admisión es el país que ejerce la soberanía sobre Puerto Rico. Hace dos años, Estados Unidos volvió a entrar en la Unesco, y vamos a ver si nos va a respaldar en eso. ¡Ya es tiempo que nuestra cultura se independice al igual que pasa en el deporte!”, subrayó entonces el último prócer puertorriqueño.
Por Jorge Rodríguez

http://www.vocero.com/escenario-es/el-ultimo-procer-puertorriqueno