lunes, 17 de febrero de 2014

A Julia de Julia (dos poemas)




A Julia de Burgos de Julia de Burgos

Ya las gentes murmuran que yo soy tu enemiga
porque dicen que en verso doy al mundo mi yo.
Mienten, Julia de Burgos. Mienten, Julia de Burgos.


La que se alza en mis versos no es tu voz: es mi voz

porque tú eres ropaje y la esencia soy yo; y el más

profundo abismo se tiende entre las dos.


Tú eres fria muñeca de mentira social,

y yo, viril destello de la humana verdad.


Tú, miel de cortesana hipocresías; yo no;

que en todos mis poemas desnudo el corazón.


Tú eres como tu mundo, egoísta;

yo no; que en todo me lo juego a ser lo que soy yo.


Tú eres sólo la grave señora señorona; yo no,

yo soy la vida, la fuerza, la mujer.


Tú eres de tu marido, de tu amo; yo no;

yo de nadie, o de todos, porque a todos, a

todos en mi limpio sentir y en mi pensar me doy.


Tú te rizas el pelo y te pintas; yo no;

a mí me riza el viento, a mí me pinta el sol.


Tú eres dama casera, resignada, sumisa,

atada a los prejuicios de los hombres; yo no;

que yo soy Rocinante corriendo desbocado

olfateando horizontes de justicia de Dios.


Tú en ti misma no mandas;

a ti todos te mandan; en ti mandan tu esposo, tus

padres, tus parientes, el cura, el modista,

el teatro, el casino, el auto,

las alhajas, el banquete, el champán, el cielo

y el infierno, y el que dirán social.

En mí no, que en mí manda mi solo corazón,

mi solo pensamiento; quien manda en mí soy yo.


Tú, flor de aristocracia; y yo, la flor del pueblo.

Tú en ti lo tienes todo y a todos se

lo debes, mientras que yo, mi nada a nadie se la debo.


Tú, clavada al estático dividendo ancestral,

y yo, un uno en la cifra del divisor

social somos el duelo a muerte que se acerca fatal.


Cuando las multitudes corran alborotadas

dejando atrás cenizas de injusticias quemadas, 

y cuando con la tea de las siete virtudes,

tras los siete pecados, corran las multitudes,

contra ti, y contra todo lo injusto y lo inhumano, 

yo iré en medio de ellas con la tea en la mano.


Ay ay ay de la grifa negra

Ay ay ay, que soy grifa y pura negra;
grifería en mi pelo, cafrería en mis labios;
y mi chata nariz mozambiquea.

Negra de intacto tinte, lloro y río
la vibración de ser estatua negra;
de ser trozo de noche,
en que mis blancos dientes relampaguean;
y ser negro bejuco
que a lo negro se enreda
y comba el negro nido
en que el cuervo se acuesta.
Negro trozo de negro en que me esculpo,
ay ay ay, que mi estatua es toda negra.

Dícenme que mi abuelo fue el esclavo
por quien el amo dio treinta monedas.
Ay ay ay, que el esclavo fue mi abuelo
es mi pena, es mi pena.
Si hubiera sido el amo,
sería mi vergüenza;
que en los hombres, igual que en las naciones,
si el ser el siervo es no tener derechos,
el ser el amo es no tener conciencia.

Ay ay ay, los pecados del rey blanco
lávelos en perdón la reina negra.
Ay ay ay, que la raza se me fuga
y hacia la raza blanca zumba y vuela
hundirse en su agua clara;
tal vez si la blanca se ensombrará en la negra.

Ay ay ay, que mi negra raza huye
y con la blanca corre a ser trigueña;
¡a ser la del futuro,
fraternidad de América!


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