miércoles, 28 de marzo de 2018

Ejemplarismo de madre soltera



Mi madre Carmen Luz Feliciano, educadora y madre soltera, fue muy estimada por la comunidad. Recuerdo que en un momento fue electa la "Madre del Año" en Fajardo, hace 50 años pero la memoria es clara cuando se negó a aceptar dicho premio en protesta por las condiciones laborales de las mujeres en nuestro pueblo. Recuerdo el estruendo que provocó en pleno 1968 con su escrito donde igual cuestionaba que si por ser madre soltera con grados universitarios se le colocaba por encima de las madres solteras obreras, empleadas de tienda o amas de casa. 
Y el mundo tras este tipo de replanteamiento de los valores nunca fue igual.
Hablar sobre la desigualdad de género, incluso de la manera más conciliadora y moderada, es arriesgado. Pero permítanme sugerir que el feminismo no necesita ser atemorizante, necesita ser entendido. Mi madre no estaba enojada ni ofendida por el premio, era igual que siempre alegre pero pensó aprovechar la oportunidad para dar como era su vocación, una lección. 
Feminismo; una palabra tan poderosa que en el momento en que se expresa o sugiere, incita un debate.
Mucha gente todavía es cautelosa cuando escuchan la palabra, y a menudo la asocian con enojo, agresividad y en oposición a los hombres.
La caricaturizan porque en el fondo le tienen miedo, no hay "femi-nazis" sino hombres asustados que intentan disimular sus inseguridades. Y hay, porque las hay, mujeres que son cómplices del machsimo.
Este es el primer problema; el malentendido. 
El feminismo, por definición, es "la defensa de los derechos de las mujeres sobre la base de la igualdad de los sexos".
El movimiento feminista se remonta al siglo XIX, sin embargo, su rol en la sociedad actual propone oportunidades reales de cambios fundamentales necesarios para todos y todas, cambios que los hombres (en los siglos que han dominado la política y economía) no han podido lograr. 
Hacia un consenso social: técnicamente, una feminista puede tener puntos de vista completamente opuestos a otras que tienen esa perspectiva general, entonces es interesante observar la interacción entre feministas en lo que respecta a temas sustantivos. 
El feminismo se asocia en gran medida con la igualdad en lo que respecta al derecho familiar, laboral, de contratos y de propiedad, así como al poder político. 
Las feministas en este momento continúan luchando por reformas en dichas áreas pero además con cuestiones que van más allá, incluida la sexualidad, la violencia doméstica y el fin de la discriminación y la desigualdad. 
El feminismo no es lo mismo para todas las mujeres, y las experiencias de cada mujer son muy diferentes en función de una serie de factores que deben tenerse en cuenta, como la raza, la clase y la cultura. 
Las feministas están dispuestas a trabajar con hombres para combatir la desigualdad de género (debe señalarse que durante varias décadas cada vez más hombres se han identificado como feministas en oposición a ser machistas), y reconocen los problemas que los hombres también enfrentan. También alientan a los hombres a romper con los roles masculinos tradicionales y las normas patriarcales. 
El feminismo es responsable de llamar la atención sobre los problemas urgentes de violación, violencia sexual, abuso, asalto y violencia doméstica.
Las mujeres tienen experiencias completamente diferentes con la discriminación y las fronteras sociales. 
La disparidad económica entre hombres y mujeres se ignora, y no se toma en cuenta la mayor discriminación que enfrentan. 
Plagados por una comprensión limitada de la opresión de género y una estrategia equivocada para el cambio, finalmente los hombres no ofrecemos a las mujeres un camino claro hacia la liberación. 
Es muy válido, a mi entender, por ejemplo, la necesidad de una economía feminista ya que la realidad nos ilustra las graves diferencias en condiciones sociales que persisten a pesar del tiempo. 
Pero las mujeres no pueden reducir sus experiencias de opresión solo a su género. La mayoría son trabajadores. Muchas son madres, miembros de la comunidad LGBTQ, y más. Necesitamos entender cómo todas estas cosas están unidas (la interseccionalidad) para luchar contra la dominación, la explotación y la marginalidad en todas las esferas.
No es negativo ser feminista. El feminismo como movimiento social está destinado a lograr la igualdad en una sociedad que lo necesita desesperadamente.
El feminismo desafía a los hombres a que seamos mejores que lo que nos dicta la cultura patriarcal, a rechazar la glorificación del control y agresión, y a desarticular el machismo.
No debe sorprendernos que una sociedad patriarcal sea una sociedad basada en el dominio masculino institucionalizado, siendo las mujeres la mayoría es indiscutible el estado de injusticia. 
Por supuesto, el patriarcado no es estático ni unidimensional, ni es la única autoridad ilegítima. El patriarcado en 2018 no es lo mismo que en 1918; y no es lo mismo nuestra cultura que el patriarcado en Arabia Saudita. La raza, la clase, la religión y la cultura afectan. 
Este análisis se ha vuelto más útil que nunca para explicar, entender y enfrentar con cambios una sociedad cada vez más corrosiva y los niveles epidémicos de desigualdad social.
(Dedicado a Carmen Luz Feliciano)
- pachi/ ROF
 

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