El arte se ha convertido, más que nunca desde la crisis financiera de 2008, en un asilo seguro cada vez más frecuente para los ricos invertir sus riquezas.
La razón no es cultural sino económica: El rico puede ahora pedir prestado contra su arte (usar el valor de su colección como colateral) y los bancos en estos momentos tan reacios a emprender aventuras se inclinan a prestar con arte como colateral para invertir en otros activos. Los bancos que no han sido tradicionalmente tan agresivos en apoyar programas de bellas artes sin embargo se gozan de cotizar piezas de arte como valores nominales. El nuevo “valor económico” de las colecciones está ayudando a una alza en ventas de arte a niveles récord. En un mundo en que las acciones y los bonos sufren de frecuentes bajas de valor, en una economía globalizada que puede ocasionar el derrumbe de una empresa de manera sorpresiva el arte extrañamente tal vez se ha convertido en uno de los negocios cuyos valores son más estables y de hecho crecen.
Contradicciones: La pregunta que uno se hace en Puerto Rico es: ¿cómo compaginamos el desprecio gubernamental por los programas creativos locales con el indiscutible potencial que tienen el arte y los artistas puertorriqueños?
¿Cómo, para usar una propuesta fácil de entender, podemos explicarle a los legisladores y burócratas de mirada estrecha economicista (que conste que el economicismo es más limitación ideológoca que otra cosa) que abundan en la rama ejecutiva que por ejemplo nuestras aquejadas hermosas islas municipios de Vieques y Culebra son fascinantes escenarios para implantar comunidades creativas que pudiesen mercadearse a niveles internacionales?
La reciente catástrofe haitiana para citar un ejemplo diría trágico, diezmó casi por completo dicha sociedad como comunidad productiva, el arte haitiano a pesar de haber sido sacudido al igual que el resto de la sociedad ha sido una de las actividades que ha logrado reactivarse agresivamente en el mercado internacional.
La experiencia inolvidable de Gauguin es testimonio de la vida de un artista en un entorno exuberante y natural.
La clave es el color, Gauguin lo describía como "el lenguaje del ojo que escucha" y apuntaba hacia "lograr las sensaciones musicales que fluyen con su propia naturaleza, de su poder interno". En 1888, Gauguin y Van Gogh juntos por un espacio de tiempo asomaban entre sus profundas genialidades atormentadas hacia un sueño compartido tener "un estudio (taller de pintores/ atelier) en el trópico"...
Las tres piezas que he insertado responden a la maestría del pos-impresionista Paul Gauguin cuyos colores, texturas y trazos primativistas le ganaron un sitial con Cézanne y Van Gogh como precursores del Arte moderno.
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